miércoles, 20 de enero de 2010

EN LA ORILLA DE SU PIEL (3)









Las olas rompen en los bancos de arena y rizan el manto oscuro del ocaso. El sonido calmo del agua acercándose a la orilla aventa el latido de sus corazones. Tritón espolea sus miedos. Aislados por el reflejo cuerdo de una luna embustera, caminan separados, unidos por el estigma de un dilema. Risas de niños y miradas otras ensordecen sus almas, se niegan, se acercan y alejan en una danza maldita bailada a los sones del deseo y la razón.
El abismo del mar vomita fantasmas adornados de corales blancos y cian. Las nubes se conjuran en una sinfonía de guerra sin esperanza. Pasean bordeando la razón. Él, como un director ciego frente a una partitura tatuada en el latido de su piel, eleva con suavidad su mano, no necesita batuta. Los primeros acordes revolotean entre las rocas de su deseo. Primer acorde. Su mano roza invisible la piel de ella que, adormilada, soñaba el tacto de una estrella de mar recorriendo su cuerpo. Miradas furtivas de cazadores clandestinos. La veda está cerrada pero el hambre es voraz enemigo de la razón. Segundo acorde acompasado de latidos desbocados. Rugen las olas, se levanta el poniente, el viento azota los rostros, los dedos se entrelazan en nudos de aire violento. Nubes oscuras en noche oscura barren el cielo. Choque de pedernales que encienden el horizonte, el mar se vacía y la tierra se abre. Deben buscar refugio. Una masa informe de manos les empujan hacia la rompiente. Corren, nadie sigue sus pasos. ¿Quién se guarda del mar arrojándose a él? Solos, con la lluvia que empapa sus cuerpos, solos, con los rayos que encienden sus bocas, solos, con el viento que azota su deseo, solos, juntos, húmedos, empapados, chorreando. El frío pasa por encima de último estertor de la tormenta. Neptuno, viejo y sentimental, agita su rayo y complaciente brinda dones para sus nuevos hijos: para ella una estrella de mar roja y negra que enreda en su pelo, para él un corcel que cabalga las olas del horizonte.
La tormenta va muriendo entre el pulso de los mares complacidos. Eolo descansa y del pedernal ya no saltan chispas. El bullicio silencia los truenos y la brisa arrastrará unos nombres que ya no vestirán ningún cuerpo.

5 comentarios:

mirada dijo...

Los verbos que has utilizado me parecen acertadísimos. Las frases tan cortas entre punto y seguido, marcan un ritmo que hipnotiza, casi en un estado de trance, a la espera del final. Es muy interesante.
Gracias por acercarte. Felicitaciones. Un abrazo.

TORO SALVAJE dijo...

Que bueno.
Cada vez mejor.

Besos.

Trini Reina dijo...

A mi me parece un relato de lo más vehemente. Claro, si está Eolo presente, no se puede esperar menos vehemencia.

Muy bueno. White.

Besos

Alejandro Marcos Ortega dijo...

que marítima estás ultimamente y como nos gusta..

Darilea dijo...

Precioso white, he tenido que ponerme al día con los otros dos textos. Divino.
Besitos.